Las ballenas, en la lucha contra el cambio climático

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La ballena es el animal de mayores dimensiones que jamás haya existido y pertenece a un grupo de mamíferos marinos denominado cetáceos, que incluye a más de 80 especies de ballenas, delfines y marsopas.

A pesar de vivir en el agua, las ballenas respiran aire. Se encuentran en cada uno de los océanos del mundo, desde el Ártico y Canadá hasta el Golfo de California, el Triángulo de Coral y el Mediterráneo.

Las ballenas son esenciales para combatir el cambio climático por su papel crucial en el océano para fijar, almacenar y secuestrar carbono. Son consideradas una parte importante de la compleja red de vida marina que hace del océano el mayor sumidero de carbono del planeta, moviendo nutrientes vitales que estimulan el crecimiento del fitoplancton.

Estas criaturas microscópicas no solo han aportado al menos el 50% de todo el oxígeno a nuestra atmósfera, sino que lo han hecho capturando unos 37.000 millones de toneladas de CO2, un 40% de todo el CO2 producido. Las ballenas azules almacenan hasta 63 toneladas de CO2 y las ballenas rorcual aliblanco unas 2,2 toneladas de CO2 por animal. Y cuando mueren, suelen hundirse en el fondo del océano, sacando el carbono de la atmósfera durante siglos o incluso milenios.

En perspectiva, cada árbol en el mundo absorbe de media hasta 21 kg de CO2, mientras que cada gran ballena secuestra 33 mil kg de CO2 en promedio. Es decir, cada ballena secuestra el mismo carbono que unos 1.500 árboles.

¿Por qué las ballenas importan?

Estos animales marinos juegan un rol impresionante capturando carbono y reduciendo el CO2 de la atmósfera. La conservación de las ballenas es vital para el océano y el clima.

Una sola ballena confina la misma cantidad de carbono que el equivalente a 1,000 árboles. Además, fertilizan los ecosistemas marinos y se encuentran en lo alto de la cadena alimenticia. Su conservación es especialmente necesaria y urgente para el futuro de nuestro planeta, miles de especies y nosotros mismos porque es una importante solución al cambio climático.

Cada ballena secuestra 33 toneladas de carbono. Estos gigantes de los océanos llevan a cabo una función ecológica clave en los ecosistemas marinos que habitan. Contribuyen a mantener el equilibrio ambiental incluso después de su vida actuando como enormes reservas de carbono, al finalizar en los suelos oceánicos.

Según diversos estudios, es posible que, de esta manera, estén ayudando a regular la temperatura del planeta. Porque el carbono proveniente de gases de efecto invernadero que almacenan en su interior se transfiere de las aguas de la superficie a las profundidades, donde permanece durante siglos.

De acuerdo con investigaciones científicas, cuando las ballenas se adentran en las profundidades y nadan de vuelta a la superficie para respirar, modifican la columna de agua expandiendo nutrientes y microorganismos que necesitan otros seres vivos. Además, crean las condiciones necesarias al expulsar hierro y nitrógeno como fertilizantes para que crezca el fitoplancton, los cuales capturan el 40% del CO2 de la Tierra – lo que equivale a cuatro veces la cantidad que absorbe y retiene la selva amazónica.

Un aumento significativo de las poblaciones de ballenas azules, francas, grises y cachalotes representaría un cambio real en la salud del océano. Su ausencia ha alterado en el pasado el medio, haciendo más difícil la presencia de vida. Existen evidencias claras de que hay más peces en un ecosistema con ballenas.

En el siglo XX, la caza industrial de ballenas mató a 3 millones de ballenas. Hasta el 70% de ellas fueron sacrificadas en el Océano Austral. Los investigadores la llamaron la «cacería más grande en la historia humana» y su impacto en el planeta fue horrible.

Las ballenas fertilizan la vida de las plantas acuáticas con su excremento rico en hierro. También ayudan a capturar el 40% del CO2 del mundo al fertilizar el fitoplancton, equivalente a la cantidad secuestrada por 1,7 billones de árboles o 4 selvas amazónicas. 

Hoy, queda menos del 1% de las ballenas de la Antártida. Su recuperación es crucial para nuestra lucha contra el cambio climático. Para salvar a las ballenas, tenemos que proteger el lugar donde viven: el océano.

Ballenas en peligro de extinción

8 de las 13 grandes especies de ballenas están en peligro o son vulnerables, incluso después de décadas de protección. Un mínimo de 300,000 ballenas y delfines mueren año tras año a causa de la captura incidental en las pesquerías y la pérdida de hábitat.

Uno de los motivos por los que fortalecer exponencialmente los esfuerzos de conservación por las ballenas es esencial para el futuro del planeta y del ser humano es que son una solución natural muy importante frente a la emergencia climática. Capturan, acumulan y retienen toneladas de carbono en el fondo oceánico.

Las ballenas están catalogadas como en peligro de extinción en la Lista Roja de la IUCIN. Los biólogos marinos estiman que hay poco más de 1.3 millones de ejemplares en el océano, una cuarta parte de lo que solía haber antes del auge de la caza descontrolada de esta especie.

El papel de las ballenas en el ecosistema oceánico global

Nuevas investigaciones reflejadas en un estudio publicado en Nature, destacan que estos animales marinos ingieren 3 veces más presas de lo que se pensaba. Al actuar como plantas gigantes y móviles de reciclaje de nutrientes, la recuperación de sus poblaciones podría mejorar la productividad del océano.

Los científicos detrás del estudio «Baleen whale prey consumption based on high-resolution foraging measurements», afirman que las ballenas barbadas gigantes ingieren hasta el triple de comida anualmente en comparación a estimaciones anteriores. Al haber considerado un dato mucho menor, los efectos que se producen consecuentemente en el océano han sido infravalorados. Subestimando la importancia de las ballenas en la salud de los ecosistemas bajo el agua.

Las poblaciones de ballenas azules, rorcuales comunes o ballenas jorobadas que habitan el Ecosistema de la Corriente de California requieren cada una de ellas alrededor de dos millones de toneladas de alimentos – krill, pescado, zooplancton y calamar – al año.

Si consumen más, significa que su excremento aumenta a su vez, y tiene alrededor de 10 millones de veces la cantidad de hierro que se encuentra en el agua de mar de la Antártida. Es una fuente incomparable de nutrientes en el océano abierto. Estos nutrientes son cruciales para la floración del fitoplancton – que se encuentra en la base de la cadena alimentaria y absorbe carbono – y quedan suspendidos a su alcance, cerca de la superficie.

Sin las ballenas, los nutrientes claves para estos seres vivos se hunden con rapidez en el fondo marino, debilitando la capacidad del océano para absorber el dióxido de carbono que calienta el planeta.

La Tierra se vuelve más caliente, los océanos absorben más calor volviéndose más ácidos y las ballenas carecen del alimento que necesitan para sobrevivir. Los peligros que las persiguen solo incrementan pero podemos actuar implementando soluciones climáticas basadas en la naturaleza, protegiendo lo que nos permite respirar.